miércoles, 14 de marzo de 2012

Hola a todos.
No me es posible asistir. Aunque ausente, estaré cercano al acontecimiento. Un abrazo para todos.
Una tarde a Viéitez y mí, el Sr. Mariño nos mandó a trabajar en el torno (creo recordar que no había más que uno) que estaba enfrente de su despacho. Después de ponerlo en marcha, comprobamos que no salía taladrina y supusimos que se había acabado. Muy prestos, elaboramos un “balde” lleno de taladrina y comenzamos a volcarla en la bandeja del torno. Al rato, paré de echar la taladrina pero Viéitez me dijo “bota toda que ainda cabe mais”. Así lo hice y, enseguida, empezó a rebosar la taladrina. El Sr. Mariño tardó un nanosegundo en verlo y salir apresurado del despacho hacia nosotros.
Cuando empezó a salir la taladrina, nuestro instinto defensivo (sentía verdadero pánico) nos hizo volver la vista al despacho para asegurarnos de que el Sr. Mariño no se había percatado del accidente. Esto nos salvó de un más que posible tortazo, porque pudimos verlo salir y, al unísono, tardamos menos de que él en salir huyendo hacia la calle y no volver hasta el día siguiente.
Con unas cuantas horas por en medio, el desaguisado se resolvió con una nota para nuestros padres que tuvieron que pasar por el Instituto para hablar con él. Los míos lo hicieron pero la cosa no pasó de ahí.
Realmente, no era tan ogro como nos hacía perecer. Claro que esto lo digo cincuenta años más tarde.

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